miércoles, septiembre 10, 2014

Sembrando Tormentas

Todo acto terrorista, como el sucedido en el metro de Santiago, es un acto de violencia política.

Si algo tiene de particular lo sucedido ayer en la estación del metro Escuela Militar, es que se involucró directamente a la ciudadanía, infundiendo con ello el miedo a poder transitar libre y confiadamente por las calles de nuestras ciudades; si antes existía el temor a ser víctima de la delincuencia hoy hay que agregar que también se puede ser víctima del terrorismo. El acto terrorista de ayer, es un discurso violento dirigido a toda la población del país.

Los chilenos sabemos lo que es vivir con miedo, lo aprendimos  en los años de Dictadura; donde un grupo organizado, con financiamiento estatal, secuestraba, torturaba y hacia desparecer personas, y como era una decisión arbitraria todos estábamos en peligro. El miedo actúa como una droga paralizante ¿Por qué se quiere paralizar al país?

Pero este acto terrorista se da en un escenario complejo del país.

Esta complejidad está definida por las reformas que impulsa el Gobierno de la Presidenta Bachelet: Reforma Educacional, Reforma Tributaria y Reforma a la Constitución, todas ella promesas de campaña y apoyadas con el 62 % de los que concurrimos a votar. Todas estas reforman buscan cambiar el rostro del país y por ello su complejidad y profundidad.
Sin embargo, el grupo minoritario, que no voto por las reformas estructurales que el país demanda, no se fue para la casa. Desde que se inició el actual gobierno los esfuerzos por frenar, condicionar o abortar estas reformas ha sido su principal tarea política y para ello han hecho uso de sus recursos comunicacionales (incluido TVN y las encuestas) y redes de contacto, porque saben que estas reformas hoy tienen viabilidad política, dado que la Nueva Mayoría tiene los votos necesarios en ambas cámaras. Lamentablemente a esta acción, se han sumado algunos ex personeros de la Concertación, quienes no han trepidado en firmar acuerdos con ex ministros de Piñera, escribir columnas en los diarios, recorrer el país en pro de la no reforma educacional.

Otros han hecho uso de escenarios empresariales para platear sus críticas; asumo que esas opiniones fueron oportunamente planteadas en La Moneda y que no habrían sido escuchas, de ahí la necesidad de expresarles en un escenario, cuyos concurrentes representan al decil más rico del país.

En las últimas semanas hemos visto los desfiles más inauditos en defensa del status quo o si se prefiere que todo siga igual.

La actual conformación de la sociedad chilena, ha permitido que un grupo hiper privilegiado, que se expresa en un 1% de la población, pueda capturar para sí  el 30% del Producto Interno Bruto. Esto significa que su ingreso mensual es 3000 veces superior a lo que percibe el sector más pobre la población.

Esta situación de privilegio y de defensa del status quo, hace que sus empleados, identificados con los escintiles inmediatamente siguientes, salgan también en defensa del status quo. Como a ellos les va bien, no les interesa como les va a los otros. Y este es un problema, la insensibilidad y la defensa de su propia seguridad, en detrimento de las mayorías, pero en verdad es mantener la seguridad de sus privilegios, sin importar el costo social de ello.

Las reformas impulsadas por la actual mandataria, afectan estos privilegios, en todos los campos donde ellos han tenido el control desde los años de la dictadura y que se ha venido acrecentando a contar de los años noventa.

¿Cuál es el perfil de la actual sociedad chilena? O si se prefiere ¿Cuál es nuestro status quo? Tenemos una educación que no educa, una tributación donde el 10% más rico no tributa y un sistema político restringido que provoca desencanto y la  ciudadanía termina no participando porque saben que con su voto nada cambiará. Pero la política es la constructora de nuestra vida cotidiana y como la política es el poder, es este poder ausente, abstracto, intangible el que termina definiendo las reglas de nuestra convivencia.
Pero en el otro extremo están los excluidos, aquellos que son los “costos” del modelo, aquellos que saben que nada ganaran en este modelo de crecimiento y que el destino de sus vidas ya está definido, independiente de los esfuerzos que  hagan, seguirán siendo el decil más pobre, por más subsidios que se les otorgué, saben, instintivamente o por experiencia histórica, que ese subsidio no producirá su movilidad social.

Aún no sabemos quienes pusieron la bomba y tal vez nunca se sepa quién o quiénes fueron sus instigadores, basta recordar a la Vanguardia Organizada del Pueblo, autores de la muerte de Edmundo Pérez Zujovic, todos ellos muertos en enfrentamiento y todo termino allí.

La bomba en la estación de la Escuela Militar, no sólo busca generar temor en la población, también crear la sensación de ingobernabilidad y por eso llama la atención que las primeras declaraciones de algunos ex ministros del Presidente Piñera, no sea de solidaridad con las víctimas o de su lealtad al Estado de Derecho, o de apoyo a las decisiones presidenciales para enfrentar estos acontecimientos.

Optan por el camino que solo contribuye a sembrar tormentas e intentan generar en la población una sensación de inseguridad, de que este gobierno no tiene capacidad de conducción y que todo esto se origina por los cambios sin conducción que impulsa la presidenta.

Este discurso no está dirigido al diez por ciento más rico del país, tampoco tiene como destinatarios al diez por ciento más pobre. Estos discursos están dirigidos  al pequeño y mediano empresario, al profesional o al trabajador por cuenta propia, a la dueña de casa, en pocas palabras a los sectores medios; es a este sector al cual hay que infundirle miedo, temor y finalmente paralización. Y no se necesita ser brujo de la tribu para saber lo que dirán las próximas encuestas sobre la evaluación de la presidenta y su gobierno

¿Cómo responder a estos hechos terroristas? No basta con las medidas de seguridad y judiciales, son necesarias, pero insuficientes. El terrorismo hay que aislarlo, pero también es necesario responder con más Estado de derecho, con más sociedad democrática y con un Modelo de desarrollo que acorte las distancias entre los más ricos y los más pobres. Porque el 1% más rico debe entender que la mantención de su status quo es también un acto de violencia.