Todo acto terrorista, como
el sucedido en el metro de Santiago, es un acto de violencia política.
Si algo tiene de particular
lo sucedido ayer en la estación del metro Escuela Militar, es que se involucró
directamente a la ciudadanía, infundiendo con ello el miedo a poder transitar
libre y confiadamente por las calles de nuestras ciudades; si antes existía el
temor a ser víctima de la delincuencia hoy hay que agregar que también se puede
ser víctima del terrorismo. El acto terrorista de ayer, es un discurso violento
dirigido a toda la población del país.
Los chilenos sabemos lo que
es vivir con miedo, lo aprendimos en los
años de Dictadura; donde un grupo organizado, con financiamiento estatal,
secuestraba, torturaba y hacia desparecer personas, y como era una decisión
arbitraria todos estábamos en peligro. El miedo actúa como una droga
paralizante ¿Por qué se quiere paralizar al país?
Pero este acto terrorista se
da en un escenario complejo del país.
Esta complejidad está
definida por las reformas que impulsa el Gobierno de la Presidenta Bachelet:
Reforma Educacional, Reforma Tributaria y Reforma a la Constitución, todas ella
promesas de campaña y apoyadas con el 62 % de los que concurrimos a votar.
Todas estas reforman buscan cambiar el rostro del país y por ello su
complejidad y profundidad.
Sin embargo, el grupo
minoritario, que no voto por las reformas estructurales que el país demanda, no
se fue para la casa. Desde que se inició el actual gobierno los esfuerzos por
frenar, condicionar o abortar estas reformas ha sido su principal tarea
política y para ello han hecho uso de sus recursos comunicacionales (incluido
TVN y las encuestas) y redes de contacto, porque saben que estas reformas hoy
tienen viabilidad política, dado que la Nueva Mayoría tiene los votos
necesarios en ambas cámaras. Lamentablemente a esta acción, se han sumado
algunos ex personeros de la Concertación, quienes no han trepidado en firmar
acuerdos con ex ministros de Piñera, escribir columnas en los diarios, recorrer
el país en pro de la no reforma educacional.
Otros han hecho uso de
escenarios empresariales para platear sus críticas; asumo que esas opiniones
fueron oportunamente planteadas en La Moneda y que no habrían sido escuchas, de
ahí la necesidad de expresarles en un escenario, cuyos concurrentes representan
al decil más rico del país.
En las últimas semanas hemos
visto los desfiles más inauditos en defensa del status quo o si se prefiere que
todo siga igual.
La actual conformación de la
sociedad chilena, ha permitido que un grupo hiper privilegiado, que se expresa
en un 1% de la población, pueda capturar para sí el 30% del Producto Interno Bruto. Esto
significa que su ingreso mensual es 3000 veces superior a lo que percibe el
sector más pobre la población.
Esta situación de privilegio
y de defensa del status quo, hace que sus empleados, identificados con los escintiles inmediatamente siguientes, salgan también en defensa del status quo. Como a ellos les va bien, no les interesa como les va a los otros. Y este es un
problema, la insensibilidad y la defensa de su propia seguridad, en detrimento
de las mayorías, pero en verdad es mantener la seguridad de sus privilegios,
sin importar el costo social de ello.
Las reformas impulsadas por
la actual mandataria, afectan estos privilegios, en todos los campos donde
ellos han tenido el control desde los años de la dictadura y que se ha venido
acrecentando a contar de los años noventa.
¿Cuál es el perfil de la
actual sociedad chilena? O si se prefiere ¿Cuál es nuestro status quo? Tenemos
una educación que no educa, una tributación donde el 10% más rico no tributa y
un sistema político restringido que provoca desencanto y la ciudadanía termina no participando porque
saben que con su voto nada cambiará. Pero la política es la constructora de
nuestra vida cotidiana y como la política es el poder, es este poder ausente,
abstracto, intangible el que termina definiendo las reglas de nuestra
convivencia.
Pero en el otro extremo
están los excluidos, aquellos que son los “costos” del modelo, aquellos que
saben que nada ganaran en este modelo de crecimiento y que el destino de sus
vidas ya está definido, independiente de los esfuerzos que hagan, seguirán siendo el decil más pobre,
por más subsidios que se les otorgué, saben, instintivamente o por experiencia
histórica, que ese subsidio no producirá su movilidad social.
Aún no sabemos quienes
pusieron la bomba y tal vez nunca se sepa quién o quiénes fueron sus
instigadores, basta recordar a la Vanguardia Organizada del Pueblo, autores de
la muerte de Edmundo Pérez Zujovic, todos ellos muertos en enfrentamiento y
todo termino allí.
La bomba en la estación de
la Escuela Militar, no sólo busca generar temor en la población, también crear
la sensación de ingobernabilidad y por eso llama la atención que las primeras
declaraciones de algunos ex ministros del Presidente Piñera, no sea de
solidaridad con las víctimas o de su lealtad al Estado de Derecho, o de apoyo a
las decisiones presidenciales para enfrentar estos acontecimientos.
Optan por el camino que solo
contribuye a sembrar tormentas e intentan generar en la población una sensación
de inseguridad, de que este gobierno no tiene capacidad de conducción y que
todo esto se origina por los cambios sin conducción que impulsa la presidenta.
Este discurso no está
dirigido al diez por ciento más rico del país, tampoco tiene como destinatarios
al diez por ciento más pobre. Estos discursos están dirigidos al pequeño y mediano empresario, al
profesional o al trabajador por cuenta propia, a la dueña de casa, en pocas
palabras a los sectores medios; es a este sector al cual hay que infundirle
miedo, temor y finalmente paralización. Y no se necesita ser brujo de la tribu
para saber lo que dirán las próximas encuestas sobre la evaluación de la
presidenta y su gobierno
¿Cómo responder a estos
hechos terroristas? No basta con las medidas de seguridad y judiciales, son
necesarias, pero insuficientes. El terrorismo hay que aislarlo, pero también es
necesario responder con más Estado de derecho, con más sociedad democrática y
con un Modelo de desarrollo que acorte las distancias entre los más ricos y los
más pobres. Porque el 1% más rico debe entender que la mantención de su status
quo es también un acto de violencia.