El aprendiz más novato del juego
del Ajedrez, sabe que el jaque a la reina no existe, lo que existe es el jaque
al Rey. Este último, parodiando la realidad, es quien detenta el poder y todas
las restantes piezas están en función de su protección o sobrevivencia.
En el juego del ajedrez existen
diversas estratégicas y tácticas. Una aspira a eliminar el máximo posible de
piezas del adversario, para iniciar un persecución implacable contra el
soberano, solitario y casi abandonado por sus seguidores o si se prefiere por
su ejército o tal vez, deberíamos decir,
en lenguaje actual, por sus partidos. Este tipo de jugada es de una lento, pero
seguro jaque mate; es decir el Rey (o reina, según sea la ocasión) carece de
movimiento y no le queda otra alternativa que la capitulación.
Hay otros jugadores, usando las
propias piezas de su adversario, es decir las propias huestes del soberano
amenazado, son constreñidas en su accionar, acotados sus espacios de movimiento
por su propia posición en el tablero. Toda este desplazamiento en el tablero,
terminan condicionando significativamente el accionar del soberano, a tal punto
que cuando se produce el jaque, sus propios partidarios restringen su
desplazamiento.
La revolución de los pingüinos,
tuvo el mérito de señalar que la educación chilena estaba en crisis y que las
reformas eran urgentes; la cooptación de sus principales dirigentes, por las
elites de los partidos, concluyo con las manos en alto de la comisión ad-hoc de
esos años.
La irrupción del movimiento
estudiantil en el año 2011, no sólo nos recordó el fracaso de la comisión
ad-hoc, sino que el problema era más complejo y este sinceramiento, hizo
evidente que era necesario revisar, con la misma rigurosidad, otros aspectos de
la sociedad chilena.
Y así se comenzó a tomar
conciencia que el sistema de AFP, no soluciona los problemas de los jubilados,
pero si evidencia que quienes manejan nuestros ahorros previsionales si se han
enriquecido.
Las ISAPRES, con sus alzas
unilaterales de los programas de salud, no logran dar la solución a los
problemas reales de la población chilena. Pero lo que no se puede negar es que
los dueños de estas instituciones, con las contribuciones de millones de
chilenos, si han incrementado, año a año sus ganancias.
¿Sienten, los ciudadanos de nuestro
país, que la constitución les consagra y protege sus derechos más
fundamentales?
No es cierto que las
instituciones funcionan en nuestro país. Si la afirmación tiene que ver con el
andamiaje administrativo que se ponen en funcionamiento, podríamos compartir la
afirmación. Pero si la pregunta es si las instituciones funcionan para proteger
los derechos ciudadanos más básicos, la respuesta es No.
Las necesidades de transformación
que requiere el país, son tan evidente, que bastó armar un programa que se
hiciera cargo de estas demandas para que se ganara una elección presidencial
por amplia mayoría.
Pero ¿Estaban todas las piezas
del ajedrez claras en su protección a la reina?
Una cosa es el programa y otra
muy distinta es llevarlo a la práctica, una cosa muy distinta es la capacidad
de gestión para materializar esa voluntad transformadora.
Un hecho irrefutable era que las
piezas negras, los adversarios políticos, se iban a oponer a cualquier intento
trasformador, que moverían todas sus piezas para obstaculizar las
transformaciones y cuando digo todas las piezas, son todas las piezas.
Pero, en el ámbito de las piezas
blancas, ¿Están todas piezas dispuestas a defender a la Reina (Rey)? ¿Puede
alguien pensar que el alfil blanco, cree espacios para la remetida de su
adversario contra su propia soberana? ¿Podrá claudicar una torre para que la
torre de su adversario llegue a la última línea y proceda al jaque mate?
No cabe duda que el triunfo de
una elección, no es garantía de la capacidad de aplicación del programa.
Podríamos afirmar que el triunfo tiene dos caminos, el de realización de lo
prometido o simplemente la mantención del poder
por parte de la élite.
Hoy la reina esta jaqueada, por
la sagacidad de sus adversarios y por la poca lealtad de sus propias huestes.
Omar Williams
López
Sociólogo