El
neoliberalismo no corresponde a la ciencia económica, ni tampoco es un mero
pragmatismo: el tema de “el fin de las ideologías” es una mera especulación,
sin ningún asentamiento en la realidad. El neoliberalismo, según mi amigo Jorge
Vergara, uno de los especialistas connotados sobre el tema, es una utopía –
agrego, una de las más radicales del mundo contemporáneo – y como tal, tiene
una serie de concepciones rígidas y principios dogmáticos que, para sus
apologistas, no pueden ser cuestionados.
La
Bolivia de Evo Morales tienen el mérito haber roto con muchos de los prejuicios
neoliberales: por ejemplo, la nacionalización de los hidrocarburos, una de las
principales fuentes de riqueza natural de ese país, en vez de generar un
retroceso económico – como lo sostiene la ortodoxia de los neoliberales – se ha
constituido en un factor fundamental en el crecimiento y desarrollo de Bolivia,
en estos últimos años, que ha logrado, en 2013, un 6,8% de crecimiento, y un
promedio, hasta ahora, de un 5,6%. Desgraciadamente, en Chile aún predomina la
casta neoliberal de los antiguos y nuevos ricos que han hecho imposible la
renacionalización del cobre y de otros minerales que, por cierto, provocarían un
crecimiento muy superior al mediocre 3% actual – en estos últimos meses se está
reduciendo al 1% -.
Uno
de los méritos de las políticas
implementados por el ministro de Economía y Finanzas Públicas de Bolivia es el
relacionado el crecimiento con políticas de igualdad y justicia social en
beneficio de la mayoría de la población. Durante el primero y segundo gobiernos
de Evo Morales, el coeficiente Gini – que mide la desigualdad – ha bajado de un
0.57 puntos a 4.48 puntos, lo cual significa un avance de un punto completo,
mientras que Chile mantiene, durante toda la transición y hasta ahora un 0.57.
El gobierno de Evo Morales ha logrado reducir la extrema pobreza – una de las
más marcadas de América del Sur – de 68% al 35%, y pretende llegar, a final de
su tercer mandato, al 18%. En el área
educacional, también ha alcanzado reducir el analfabetismo en forma drástica.
Según
el recién reelecto Presidente, Bolivia se convertirá en una potencia energética
en la región, que se siempre se ha caracterizado por la diversificación de las
fuentes naturales; Chile, a diferencia de Bolivia, tiene la energía más cara
entre los países de la OCDE, y una matriz energética gasificada y muy poco
diversificada; por la estupidez y empecinamiento de los chauvinistas – tipo Jorge
Tarud e Iván Moreira, entre otros – Chile se ha visto impedido de construir con
Bolivia un poderoso polo de desarrollo en el Norte Grande, idea que estuvo en
nuestra historia, en la mente de Horacio Walker, en los años 40, pero que, con
el correr del tiempo, se dejó de lado.
Según
Evo Morales, Bolivia debe convertirse en un país industrializado y,
posteriormente, en generador de capital humano; Chile continúa siendo un país
dependiente del cobre, a causa de las políticas neoliberales de Pinochet y de
sus sucesores, los ineptos gobiernos de la Concertación.
Vayamos
al grano: “el problema no es la economía, es el poder” y Evo Morales tuvo la
audacia de aprovechar una coyuntura de ruptura en la sociedad boliviana para
convocar a una Asamblea Constituyente, que permitió colocar los cimientos de la
fundación de la nueva Bolivia; en Chile, las castas políticas, con personajes
como Camilo Escalona, Andrés Zaldívar, entre otros, se han atrevido a decir que
pedir una Constituyente equivaldría a fumar opio y, en el fondo, su pretensión
es seguir manteniendo los privilegios de una monarquía presidencial y con
partidos feudales.
Rafael Luis Gumucio Rivas
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